Las injusticias suceden a diario, en todos lados,
a cualquier hora. A mucha gente no le afecta ver cómo la persona que tiene al
lado es atravesada por un hecho de esta categoría, pero a otra sí. Esta segunda
clase de ser humano, cuando ve sufrir a un hermano, amigo, conocido o cualquier
hombre que pasa caminando por su lado, se moviliza. Se indigna, tiene ganas de
salir a gritar que no le parece bien el rumbo que toman los hechos. Algunos de
estos seres estudian para cambiar la sociedad. Otros ayudan en ONG’s o
participan de movilizaciones. Otros, ponen en juego su faceta artística y se
expresan a través del baile, de la pintura, de la música. Y en particular: del
rock, que ya en los años ’60 había nacido como un movimiento juvenil para
aquellos jóvenes que deseaban diferenciarse.
Me propongo viajar en el tiempo. Los invito al
año 2001, en Argentina. Una crisis social y económica azota a todas las clases
sociales. Y sobre todo, como siempre, golpea con más fuerza a los trabajadores.
En el seno de cada familia, crecían sus niños. Ellos son hijos de una época de
corrupción. Hijos de la injusticia, que
crecieron en democracia junto a un Estado que mira para el otro lado, que los
abandona. Y los adopta el rock, que los escucha, los convoca, los moviliza, los
protege, los defiende.
Muchas bandas de chicos se embanderan bajo este
ritmo musical, que es más que solo eso. Es una ideología, un estilo de vida,
una forma de reclamarle a una sociedad que no los escucha, que no tiene lugar
para los pensamientos de los jóvenes. Entre estos grupos de músicos, aparece Callejeros.
Liderados por Patricio Santos Fontanet, en el
2004 habían crecido de una manera inesperada. Una banda de pibes de Villa
Celina nacida en los años ‘90 era la revelación del año y rozaba la masividad.
Entre junio y julio ya habían llenado dos veces el templo del rock, el estadio Obras Sanitarias. Desde ese momento
se supo que el grupo podría llegar muy lejos.
Me gustaría focalizarme en un día en particular: 30
de diciembre de 2004. Tres mil personas se preparan para asistir a un
concierto. Van a celebrar el final de un año, y “a olvidarse de olvidar, a recordar lo que vendrá, a arriesgar una y mil veces”,
como dice la
letra del tema Distinto. La presentación de la banda telonera ya había
terminado, era de noche y afuera hacía más de 34 grados de temperatura. De
forma fluida, empezó a acceder al boliche la gente de Callejeros. Con música de
fondo se fue llenando el lugar y hasta las escaleras quedaron repletas de
chicos. Algunas canciones despertaban la energía del público, entre ellas “JIJIJI” de los Redondos.
Patricio
Santos ya estaba en escena. Estaba todo listo para comenzar el recital, pero
antes, toma el micrófono: “¿se van a
portar bien?, ¿Estamos en condiciones de comenzar mi estimado Baterola? […]
¡Vamos!”. Suena el primer corte del disco Rocanroles sin destino y todo es alegría. Cada alma que se encontraba
concentrada en Cromañón, había concurrido para participar del ritual que ya
había comenzado.
Comienza a haber luces de bengalas, ruidos, olor
a pólvora. El saxofonista de Callejeros nota
una brasa en un telón del extremo del escenario del boliche Cromañón y deja de
tocar. Señala el techo. Los fanáticos no paraban de agitar los trapos y banderas decorados con motivos de grandes íconos musicales y grandes
inscripciones con letras de canciones de la banda. De pronto una canción tuvo
un final apresurado, sin sentido “A fantasear, afilarme bien los dientes”. Esas
fueron las últimas palabras emitidas por
el Pato, que ya no canta. Todos comienzan a entender lo que sucede.
Se corta la luz del boliche. En medio de la
multitud, en la oscuridad, rodeados de humo, todos intentan escapar. Una
pequeña luz señalaba la ubicación de una salida emergencia, pero la misma estaba cerrada con un candado por el
lado de afuera. Se oyen gritos. Todo es incierto. Dan manotazos al aire, se agarran de las paredes. En lo que tardan los
ojos en parpadear, unos estaban afuera, el resto quedaría en el camino.
Afuera hay luz. Es artificial, proviene de los
faroles altos que están inclinados hacia la calle, ubicados más arriba de los
semáforos. Pasada la medianoche, Crónica Tv es el primer medio en llegar al
lugar y se ocupa de transmitir imágenes en directo de la tragedia no-natural
más grande de la historia de Argentina. 194 personas fallecidas y centenares de
heridos. Entre los sobrevivientes,
Patricio Santos Fontanet.
De Cromañón ya se ha dicho mucho y para todos los
gustos. Si me preguntan qué pienso, puedo describir una imagen mental muy clara.
Es la justicia. Ella no ve, está ciega. Pero tampoco siente. Busca culpables
para no involucrarse, fue vendida. Pero los que la compraron no pueden borrarles
los recuerdos a los sobrevivientes, ellos saben mejor que nadie lo que pasó
ahí.
El
19 de agosto de 2008 fue el día en que comenzó el juicio oral y público a los
integrantes de la banda. En el
centro de la escena, como principales acusados estaban Omar Chabán, y los
integrantes de la banda, quienes llegaban procesados por estrago doloso. Todos
estaban acusados, según algunos diarios como La Nación, de “haber co-organizado
el recital en un local que no cumplía los requisitos legales de autorización
para funcionar como estadio para recitales de rock, que tenía su principal
salida de emergencia cerrada, vencido el certificado contra incendio y los
matafuegos descargados, y por haber puesto a la venta 3500 entradas y haberles
permitido entrar a más de 3000 fans , a un salón de baile clase C, cuya
capacidad límite era de poco más de 1000 concurrentes.” Ante estos hechos se
abrió el debate: ¿Callejeros culpable o inocente?
Hablemos de una manifestación del año 2009. Todo
sucedió en frente de Tribunales. Allí estuvo Agustina Claramut,
una joven de 27 años sobreviviente, hoy mamá. Esta movilización, que se llevó a
cabo el día en que absolvieron a
Callejeros y sentenciaron a Chabán, particularmente marcó el rumbo de su pedido
de justicia. Ella cuenta que cada uno de los que estuvieron en Cromañón y los
familiares de víctimas, hacían carteles en apoyo a los músicos por su parte, se
ponían remeras. Hasta que se encontraron, casi de casualidad, y empezaron a
darse cuenta de que querían hacer algo en serio. La formación de la agrupación decantó
casi naturalmente. “Veníamos haciendo
muchas cosas y en algún momento tuvimos que ponerle un nombre y No nos cuenten Cromañón era una frase
que veníamos usando desde los carteles de la convocatoria del 2009. Así fue
como se formó. Teníamos un objetivo en común, y alrededor de eso armamos una
amistad”, cuenta Agustina.
¿Cuántos
sueños se perdieron entre el humo? Esa noche quedaron enterradas en Cromañón
miles de palabras que no se pudieron decir. Pero las voces viven de alguna
manera en los sobrevivientes, ellos saben de qué se trata ser un pibe que se
salvó: no les cuenten Cromañón, ellos lo vivieron.
Me pregunto ¿Qué piensa un
joven desde esa noche? “Es imposible no
cambiar después de eso”, dice Agustina, “Cromañón
cambió todo. Desde la escena del rock local, hasta nuestra vida como personas
individuales. Entonces en eso, también entra Pato, Callejeros, y nosotros como
parte de un todo que fue golpeado mucho, y muchas veces”.
Pienso
que debe ser verdaderamente muy fuerte lo que los une. Comparten un sentimiento
que tiene los mismos intereses, límites, el amor y la angustia. Dicen que cada
ser reacciona diferente ante episodios traumáticos. Seguro que hay callejeros
que nunca más quisieron hablar del tema. Probablemente haya otros que dan su
lucha individualmente. Pero Agustina Claramut encuentra en NNCC su forma de “exorcizar los demonios que dejó
Cromañón, principalmente la culpa de haber salido viva. Es mi forma de militar por un país mejor.
Es lo que siento que tengo que hacer ahora. Estuve allí cuando estaba triste,
cuando estaba feliz, embarazada y ahora con mi bebé. Y probablemente voy a
estar siempre, porque NNCC es nuestra forma de seguir intentado cambiar las
cosas, y eso no se acaba con los chicos libres”
El debate sobre la culpabilidad de la banda
nunca fue fundado en los verdaderos hechos. Estuvo siempre plagado de
atropellos, de despotismos que indignan a los que vivieron la tragedia adentro
de Cromañón. En abril de 2011, en un nuevo capítulo, esta vez Callejeros fue
condenado. “Los chicos están presos
porque la cámara N°2 De Casación los declaró culpables sin presentar ninguna
prueba nueva, y sin escuchar a los testigos.
Además de eso, están presos inconstitucionalmente porque el Pacto de San
José de Costa Rica (el cual Argentina firmó, y se adhiere) prevé dos sentencias
condenatorias, antes de ir a la cárcel. Callejeros tiene una sola”, dice
Claramut. “También hay que saber que hay
funcionarios públicos que ni siquiera fueron cuestionados, como la persona que
firmó la habilitación del local. También es una injusticia la cantidad de años.
El cantante de la banda tiene la misma cantidad de años que el comisario que
cobró la coima para que el boliche esté abierto, y los funcionarios públicos
que conocían el erróneo funcionamiento del lugar, tienen apenas tres años. Es una locura, licuaron penas,
metieron a todos adentro para tranquilizar los ánimos y para que se olviden de
Cromañón.
La parte que más me moviliza es la condena y la estigmatización social que sufrieron, tanto los músicos como nosotros los sobrevivientes. Se nos hizo a un lado”
La parte que más me moviliza es la condena y la estigmatización social que sufrieron, tanto los músicos como nosotros los sobrevivientes. Se nos hizo a un lado”
Agustina
cree en la justicia. “Sino no estaría luchando. En lo que no creo
es en los hombres que la imparten, porque son humanos y por lo tanto
corruptibles. Pero siempre es cuestión de esperar y no bajar los brazos”. Personalmente
no tengo en claro qué es, ni si existe de verdad, más bien: creo que es un
ideal. A veces hablamos de lo justo como si fuera un Semi-Dios que tiene que venir volando desde el Olimpo para resolver
una situación. Tenemos que pensar que a la justicia la moldeamos nosotros
cuando pensamos en el otro. De eso se trata: dejar de mirarse a uno mismo y aceptar
las posibles culpas sin importar lo que se pierda.
Los medios de comunicación se olvidaron de que
Patricio Santos es un sobreviviente más. Él perdió
amigos, a su novia, vio a su madre luchar por su vida. En ese
sentido él y Agustina son compañeros de lucha. Son dos sobrevivientes que transitan
por momentos distintos, pero que están marcados por el mismo suceso. “Me
duele lo que le pasa, sobre todo porque lo siento un par. Es un pibe que
salvó su vida de milagro, y que ayudó a otros a salvarse, igual que nosotros”.
Pensamientos
hechos letras. Eso fue, es y será la música para los fanáticos. No nos cuenten
Cromañón funciona de la misma manera, es un grupo que canaliza visiones del
mundo. Callejeros les dio letra para poder entender sus propios sentimientos
sociales y políticos. “Es muy difícil
elegir mi frase preferida pero creo que la que tengo tatuada: Me niego esta noche a Olvidar. Aunque si tuviera que quedarme con
una sola sería: el éxito será eterno, será eterna la flor, el ser humano y la Verdad.”
La verdad. Patricio Santos dijo la verdad de los jóvenes. Y ahora ellos se la
piden a los jueces para que se haga justicia y los músicos tengan libertad. “Lo
que me moviliza es pedir que Cromañón no pase NUNCA MÁS”