lunes, 30 de diciembre de 2013

Sobreviviente


Las injusticias suceden a diario, en todos lados, a cualquier hora. A mucha gente no le afecta ver cómo la persona que tiene al lado es atravesada por un hecho de esta categoría, pero a otra sí. Esta segunda clase de ser humano, cuando ve sufrir a un hermano, amigo, conocido o cualquier hombre que pasa caminando por su lado, se moviliza. Se indigna, tiene ganas de salir a gritar que no le parece bien el rumbo que toman los hechos. Algunos de estos seres estudian para cambiar la sociedad. Otros ayudan en ONG’s o participan de movilizaciones. Otros, ponen en juego su faceta artística y se expresan a través del baile, de la pintura, de la música. Y en particular: del rock, que ya en los años ’60 había nacido como un movimiento juvenil para aquellos jóvenes que deseaban diferenciarse.
Me propongo viajar en el tiempo. Los invito al año 2001, en Argentina. Una crisis social y económica azota a todas las clases sociales. Y sobre todo, como siempre, golpea con más fuerza a los trabajadores. En el seno de cada familia, crecían sus niños. Ellos son hijos de una época de corrupción. Hijos de la injusticia, que crecieron en democracia junto a un Estado que mira para el otro lado, que los abandona. Y los adopta el rock, que los escucha, los convoca, los moviliza, los protege, los defiende.
Muchas bandas de chicos se embanderan bajo este ritmo musical, que es más que solo eso. Es una ideología, un estilo de vida, una forma de reclamarle a una sociedad que no los escucha, que no tiene lugar para los pensamientos de los jóvenes. Entre estos grupos de músicos, aparece Callejeros. Liderados por Patricio Santos Fontanet, en el 2004 habían crecido de una manera inesperada. Una banda de pibes de Villa Celina nacida en los años ‘90 era la revelación del año y rozaba la masividad. Entre junio y julio ya habían llenado dos veces el templo del rock, el estadio Obras Sanitarias. Desde ese momento se supo que el grupo podría llegar muy lejos.
Me gustaría focalizarme en un día en particular: 30 de diciembre de 2004. Tres mil personas se preparan para asistir a un concierto. Van a celebrar el final de un año, y “a olvidarse de olvidar, a recordar lo que vendrá, a arriesgar una y mil veces”, como dice la letra del tema Distinto. La presentación de la banda telonera ya había terminado, era de noche y afuera hacía más de 34 grados de temperatura. De forma fluida, empezó a acceder al boliche la gente de Callejeros. Con música de fondo se fue llenando el lugar y hasta las escaleras quedaron repletas de chicos. Algunas canciones despertaban la energía del público, entre ellas “JIJIJI” de los Redondos.
Patricio Santos ya estaba en escena. Estaba todo listo para comenzar el recital, pero antes, toma el micrófono: “¿se van a portar bien?, ¿Estamos en condiciones de comenzar mi estimado Baterola? […] ¡Vamos!”. Suena el primer corte del disco Rocanroles sin destino y todo es alegría. Cada alma que se encontraba concentrada en Cromañón, había concurrido para participar del ritual que ya había comenzado.
Comienza a haber luces de bengalas, ruidos, olor a pólvora. El saxofonista de Callejeros nota una brasa en un telón del extremo del escenario del boliche Cromañón y deja de tocar. Señala el techo. Los fanáticos no paraban de agitar los trapos y banderas decorados con motivos de  grandes íconos musicales y grandes inscripciones con letras de canciones de la banda. De pronto una canción tuvo un final apresurado, sin sentido A fantasear, afilarme bien los dientes”. Esas fueron las últimas palabras emitidas por el Pato, que ya no canta. Todos comienzan a entender lo que sucede.
Se corta la luz del boliche. En medio de la multitud, en la oscuridad, rodeados de humo, todos intentan escapar. Una pequeña luz señalaba la ubicación de una salida emergencia, pero la  misma estaba cerrada con un candado por el lado de afuera. Se oyen gritos. Todo es incierto. Dan manotazos al aire, se agarran de las paredes. En lo que tardan los ojos en parpadear, unos estaban afuera, el resto quedaría en el camino.
Afuera hay luz. Es artificial, proviene de los faroles altos que están inclinados hacia la calle, ubicados más arriba de los semáforos. Pasada la medianoche, Crónica Tv es el primer medio en llegar al lugar y se ocupa de transmitir imágenes en directo de la tragedia no-natural más grande de la historia de Argentina. 194 personas fallecidas y centenares de heridos. Entre los sobrevivientes, Patricio Santos Fontanet.
De Cromañón ya se ha dicho mucho y para todos los gustos. Si me preguntan qué pienso, puedo describir una imagen mental muy clara. Es la justicia. Ella no ve, está ciega. Pero tampoco siente. Busca culpables para no involucrarse, fue vendida. Pero los que la compraron no pueden borrarles los recuerdos a los sobrevivientes, ellos saben mejor que nadie lo que pasó ahí.
El 19 de agosto de 2008 fue el día en que comenzó el juicio oral y público a los integrantes de la banda. En el centro de la escena, como principales acusados estaban Omar Chabán, y los integrantes de la banda, quienes llegaban procesados por estrago doloso. Todos estaban acusados, según algunos diarios como La Nación, de “haber co-organizado el recital en un local que no cumplía los requisitos legales de autorización para funcionar como estadio para recitales de rock, que tenía su principal salida de emergencia cerrada, vencido el certificado contra incendio y los matafuegos descargados, y por haber puesto a la venta 3500 entradas y haberles permitido entrar a más de 3000 fans , a un salón de baile clase C, cuya capacidad límite era de poco más de 1000 concurrentes.” Ante estos hechos se abrió el debate: ¿Callejeros culpable o inocente?
Hablemos de una manifestación del año 2009. Todo sucedió en frente de Tribunales. Allí estuvo Agustina Claramut, una joven de 27 años sobreviviente, hoy mamá. Esta movilización, que se llevó a cabo el día en que absolvieron a Callejeros y sentenciaron a Chabán, particularmente marcó el rumbo de su pedido de justicia. Ella cuenta que cada uno de los que estuvieron en Cromañón y los familiares de víctimas, hacían carteles en apoyo a los músicos por su parte, se ponían remeras. Hasta que se encontraron, casi de casualidad, y empezaron a darse cuenta de que querían hacer algo en serio. La formación de la agrupación decantó casi naturalmente. “Veníamos haciendo muchas cosas y en algún momento tuvimos que ponerle un nombre y No nos cuenten Cromañón era una frase que veníamos usando desde los carteles de la convocatoria del 2009. Así fue como se formó. Teníamos un objetivo en común, y alrededor de eso armamos una amistad”, cuenta Agustina.
¿Cuántos sueños se perdieron entre el humo? Esa noche quedaron enterradas en Cromañón miles de palabras que no se pudieron decir. Pero las voces viven de alguna manera en los sobrevivientes, ellos saben de qué se trata ser un pibe que se salvó: no les cuenten Cromañón, ellos lo vivieron.
Me pregunto ¿Qué piensa un joven desde esa noche? “Es imposible no cambiar después de eso”, dice Agustina, “Cromañón cambió todo. Desde la escena del rock local, hasta nuestra vida como personas individuales. Entonces en eso, también entra Pato, Callejeros, y nosotros como parte de un todo que fue golpeado mucho, y muchas veces”.
Pienso que debe ser verdaderamente muy fuerte lo que los une. Comparten un sentimiento que tiene los mismos intereses, límites, el amor y la angustia. Dicen que cada ser reacciona diferente ante episodios traumáticos. Seguro que hay callejeros que nunca más quisieron hablar del tema. Probablemente haya otros que dan su lucha individualmente. Pero Agustina Claramut encuentra en NNCC  su forma de “exorcizar los demonios que dejó Cromañón, principalmente la culpa de haber salido viva. Es mi forma de militar por un país mejor. Es lo que siento que tengo que hacer ahora. Estuve allí cuando estaba triste, cuando estaba feliz, embarazada y ahora con mi bebé. Y probablemente voy a estar siempre, porque NNCC es nuestra forma de seguir intentado cambiar las cosas, y eso no se acaba con los chicos libres”
El debate sobre la culpabilidad de la banda nunca fue fundado en los verdaderos hechos. Estuvo siempre plagado de atropellos, de despotismos que indignan a los que vivieron la tragedia adentro de Cromañón. En abril de 2011, en un nuevo capítulo, esta vez Callejeros fue condenado. “Los chicos están presos porque la cámara N°2 De Casación los declaró culpables sin presentar ninguna prueba nueva, y sin escuchar a los testigos.  Además de eso, están presos inconstitucionalmente porque el Pacto de San José de Costa Rica (el cual Argentina firmó, y se adhiere) prevé dos sentencias condenatorias, antes de ir a la cárcel. Callejeros tiene una sola”, dice Claramut. “También hay que saber que hay funcionarios públicos que ni siquiera fueron cuestionados, como la persona que firmó la habilitación del local. También es una injusticia la cantidad de años. El cantante de la banda tiene la misma cantidad de años que el comisario que cobró la coima para que el boliche esté abierto, y los funcionarios públicos que conocían el erróneo funcionamiento del lugar, tienen apenas  tres años. Es una locura, licuaron penas, metieron a todos adentro para tranquilizar los ánimos y para que se olviden de Cromañón.
La parte que más me moviliza es la condena y la estigmatización social que sufrieron, tanto los músicos como nosotros los sobrevivientes. Se nos hizo a un lado”
Agustina cree en la justicia.  “Sino no estaría luchando. En lo que no creo es en los hombres que la imparten, porque son humanos y por lo tanto corruptibles. Pero siempre es cuestión de esperar y no bajar los brazos”. Personalmente no tengo en claro qué es, ni si existe de verdad, más bien: creo que es un ideal. A veces hablamos de lo justo como si fuera un Semi-Dios que tiene que venir volando desde el Olimpo para resolver una situación. Tenemos que pensar que a la justicia la moldeamos nosotros cuando pensamos en el otro. De eso se trata: dejar de mirarse a uno mismo y aceptar las posibles culpas sin importar lo que se pierda.
Los medios de comunicación se olvidaron de que Patricio Santos es un sobreviviente más. Él perdió amigos, a su novia, vio a su madre luchar por su vida.   En ese sentido él y Agustina son compañeros de lucha. Son dos sobrevivientes que transitan por momentos distintos, pero que están marcados por el mismo suceso. Me duele lo que le pasa, sobre todo porque lo siento un par. Es un pibe que salvó su vida de milagro, y que ayudó a otros a salvarse, igual que nosotros”.

Pensamientos hechos letras. Eso fue, es y será la música para los fanáticos. No nos cuenten Cromañón funciona de la misma manera, es un grupo que canaliza visiones del mundo. Callejeros les dio letra para poder entender sus propios sentimientos sociales y políticos. “Es muy difícil elegir mi frase preferida pero creo que  la que tengo tatuada: Me niego esta noche a Olvidar. Aunque si tuviera que quedarme con una sola  sería: el éxito será eterno, será eterna la flor, el ser humano y la Verdad. La verdad. Patricio Santos dijo la verdad de los jóvenes. Y ahora ellos se la piden a los jueces para que se haga justicia y los músicos tengan libertad. “Lo que me moviliza es pedir que Cromañón no pase NUNCA MÁS”

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