viernes, 4 de octubre de 2013

Las dos iglesias

Avellaneda siempre estuvo lejos. Pero para llegar a Avellaneda, había que pasar por una autopista grande y ancha, que después terminaba en donde ahora están las ventanas del noticiero de canal trece. Si miraba por la ventanilla derecha, en el punto más alto de la subida de la 25 de  Mayo, allí estaban siempre “las dos iglesias” majestuosas e imperiales.
Pero la fascinación por aquel edificio empezaba y terminaba en el momento que lo vislumbraba desde el auto de mis papás. El interés residía en llegar a Avellaneda, a la casa de mi prima para poder jugar. Todo lo demás quedaba relegado al paisaje, al camino, al viaje.
Muchos han sido los lugares que como “las dos Iglesias”, me han llamado la atención a lo largo de mi vida, por su inmensidad, por su estructura antigua o por su belleza. Pero los lugares no son más que paisaje si no hasta que las vueltas de la vida llevan a encontrarse con estos nuevamente y cobran así una doble significación: por un lado son los recuerdos de tiempos pasados y por otro lado son el ahora. Es el instante preciso del hoy articulado con la memoria.

En el año 2011 comencé la etapa universitaria en Constitución, lugar donde se había instalado la sede nueva de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Para llegar, recorría un largo camino en subte desde la estación Congreso de Tucumán del Subte D hasta la estación Independencia del Subte C. Independencia: allí estaba la clave. Junto con el comienzo de esta nueva etapa en la Universidad, mis días cobraban una independencia que nunca antes había sido tan necesaria para poder lograr los objetivos. Constitución quedaba lejos y no podría llegar de otra forma que no sea viajando sola durante más de una hora, y el viaje no era para nada sencillo ni libre de peligros. En la Estación Independencia, los medios de comunicación me habían contado durante años que allí esperaban los más terribles crímenes  de toda la ciudad de Buenos Aires debido a la inseguridad y la pobreza. “Tiroteo y muerte en Constitución”; “Constitución: asalto violento”;” Secuestro de droga en Constitución”.

Al bajar del subte, atravesé la 9 de Julio por los túneles subterráneos, caminando con un montón de estudiantes que se dirigían a las distintas universidades que hay en la zona. Ya estaba en la calle Lima cuando subí la mirada y ví que estaban allí: las dos iglesias, signo de lo que para mí era “estar muy lejos de casa y solo estar ahí por necesidad de llegar a otro lado”.

            Pero yo no tenía que llegar a ningún otro lado. Lo que buscaba estaba allí, en esa Constitución tan lejana, en el Barrio donde estaban las dos Iglesias.

En este Barrio aprendí sobre teorías y sobre valores, aprendí que “las dos iglesias” en verdad eran un edificio  de estructura neogótica llamado  Iglesia del Inmaculado Corazón de María. Ubicada el extremo norte de la Plaza Constitución, inaugurado en 1923, se caracterizaba por poseer dos torres altísimas coronadas por dos cruces de hierro.

Viajar fue la Constitución de mi independencia mediante la decisión de ir a estudiar al lugar lejano, para encontrar allí lo que estaba buscando: lo que me interesaba, lo que me apasionaba, la carrera universitaria que quería seguir, a través de la cuál quería constituirme como persona y como profesional. Conocí la ciudad, conocí gente, conocí Constitución y la historia real de las dos iglesias.
            Así volví a encontrarme con aquello que en el camino había sido quizás una señal. No importa lo que  digan que en verdad las dos iglesias son, porque en todo esto ya hay una parte de mi historia y de mi presente, que la decido yo. Como también decido llamarlas dos iglesias. Como decido venir porque no me importa qué tanto se pueda decir de Constitución, porque voy a seguir viniendo igual: acá está lo que me enseña a formarme en lo que siempre quise ser: acá esta mi Constitución.



No hay comentarios:

Publicar un comentario