lunes, 30 de diciembre de 2013

Sobreviviente


Las injusticias suceden a diario, en todos lados, a cualquier hora. A mucha gente no le afecta ver cómo la persona que tiene al lado es atravesada por un hecho de esta categoría, pero a otra sí. Esta segunda clase de ser humano, cuando ve sufrir a un hermano, amigo, conocido o cualquier hombre que pasa caminando por su lado, se moviliza. Se indigna, tiene ganas de salir a gritar que no le parece bien el rumbo que toman los hechos. Algunos de estos seres estudian para cambiar la sociedad. Otros ayudan en ONG’s o participan de movilizaciones. Otros, ponen en juego su faceta artística y se expresan a través del baile, de la pintura, de la música. Y en particular: del rock, que ya en los años ’60 había nacido como un movimiento juvenil para aquellos jóvenes que deseaban diferenciarse.
Me propongo viajar en el tiempo. Los invito al año 2001, en Argentina. Una crisis social y económica azota a todas las clases sociales. Y sobre todo, como siempre, golpea con más fuerza a los trabajadores. En el seno de cada familia, crecían sus niños. Ellos son hijos de una época de corrupción. Hijos de la injusticia, que crecieron en democracia junto a un Estado que mira para el otro lado, que los abandona. Y los adopta el rock, que los escucha, los convoca, los moviliza, los protege, los defiende.
Muchas bandas de chicos se embanderan bajo este ritmo musical, que es más que solo eso. Es una ideología, un estilo de vida, una forma de reclamarle a una sociedad que no los escucha, que no tiene lugar para los pensamientos de los jóvenes. Entre estos grupos de músicos, aparece Callejeros. Liderados por Patricio Santos Fontanet, en el 2004 habían crecido de una manera inesperada. Una banda de pibes de Villa Celina nacida en los años ‘90 era la revelación del año y rozaba la masividad. Entre junio y julio ya habían llenado dos veces el templo del rock, el estadio Obras Sanitarias. Desde ese momento se supo que el grupo podría llegar muy lejos.
Me gustaría focalizarme en un día en particular: 30 de diciembre de 2004. Tres mil personas se preparan para asistir a un concierto. Van a celebrar el final de un año, y “a olvidarse de olvidar, a recordar lo que vendrá, a arriesgar una y mil veces”, como dice la letra del tema Distinto. La presentación de la banda telonera ya había terminado, era de noche y afuera hacía más de 34 grados de temperatura. De forma fluida, empezó a acceder al boliche la gente de Callejeros. Con música de fondo se fue llenando el lugar y hasta las escaleras quedaron repletas de chicos. Algunas canciones despertaban la energía del público, entre ellas “JIJIJI” de los Redondos.
Patricio Santos ya estaba en escena. Estaba todo listo para comenzar el recital, pero antes, toma el micrófono: “¿se van a portar bien?, ¿Estamos en condiciones de comenzar mi estimado Baterola? […] ¡Vamos!”. Suena el primer corte del disco Rocanroles sin destino y todo es alegría. Cada alma que se encontraba concentrada en Cromañón, había concurrido para participar del ritual que ya había comenzado.
Comienza a haber luces de bengalas, ruidos, olor a pólvora. El saxofonista de Callejeros nota una brasa en un telón del extremo del escenario del boliche Cromañón y deja de tocar. Señala el techo. Los fanáticos no paraban de agitar los trapos y banderas decorados con motivos de  grandes íconos musicales y grandes inscripciones con letras de canciones de la banda. De pronto una canción tuvo un final apresurado, sin sentido A fantasear, afilarme bien los dientes”. Esas fueron las últimas palabras emitidas por el Pato, que ya no canta. Todos comienzan a entender lo que sucede.
Se corta la luz del boliche. En medio de la multitud, en la oscuridad, rodeados de humo, todos intentan escapar. Una pequeña luz señalaba la ubicación de una salida emergencia, pero la  misma estaba cerrada con un candado por el lado de afuera. Se oyen gritos. Todo es incierto. Dan manotazos al aire, se agarran de las paredes. En lo que tardan los ojos en parpadear, unos estaban afuera, el resto quedaría en el camino.
Afuera hay luz. Es artificial, proviene de los faroles altos que están inclinados hacia la calle, ubicados más arriba de los semáforos. Pasada la medianoche, Crónica Tv es el primer medio en llegar al lugar y se ocupa de transmitir imágenes en directo de la tragedia no-natural más grande de la historia de Argentina. 194 personas fallecidas y centenares de heridos. Entre los sobrevivientes, Patricio Santos Fontanet.
De Cromañón ya se ha dicho mucho y para todos los gustos. Si me preguntan qué pienso, puedo describir una imagen mental muy clara. Es la justicia. Ella no ve, está ciega. Pero tampoco siente. Busca culpables para no involucrarse, fue vendida. Pero los que la compraron no pueden borrarles los recuerdos a los sobrevivientes, ellos saben mejor que nadie lo que pasó ahí.
El 19 de agosto de 2008 fue el día en que comenzó el juicio oral y público a los integrantes de la banda. En el centro de la escena, como principales acusados estaban Omar Chabán, y los integrantes de la banda, quienes llegaban procesados por estrago doloso. Todos estaban acusados, según algunos diarios como La Nación, de “haber co-organizado el recital en un local que no cumplía los requisitos legales de autorización para funcionar como estadio para recitales de rock, que tenía su principal salida de emergencia cerrada, vencido el certificado contra incendio y los matafuegos descargados, y por haber puesto a la venta 3500 entradas y haberles permitido entrar a más de 3000 fans , a un salón de baile clase C, cuya capacidad límite era de poco más de 1000 concurrentes.” Ante estos hechos se abrió el debate: ¿Callejeros culpable o inocente?
Hablemos de una manifestación del año 2009. Todo sucedió en frente de Tribunales. Allí estuvo Agustina Claramut, una joven de 27 años sobreviviente, hoy mamá. Esta movilización, que se llevó a cabo el día en que absolvieron a Callejeros y sentenciaron a Chabán, particularmente marcó el rumbo de su pedido de justicia. Ella cuenta que cada uno de los que estuvieron en Cromañón y los familiares de víctimas, hacían carteles en apoyo a los músicos por su parte, se ponían remeras. Hasta que se encontraron, casi de casualidad, y empezaron a darse cuenta de que querían hacer algo en serio. La formación de la agrupación decantó casi naturalmente. “Veníamos haciendo muchas cosas y en algún momento tuvimos que ponerle un nombre y No nos cuenten Cromañón era una frase que veníamos usando desde los carteles de la convocatoria del 2009. Así fue como se formó. Teníamos un objetivo en común, y alrededor de eso armamos una amistad”, cuenta Agustina.
¿Cuántos sueños se perdieron entre el humo? Esa noche quedaron enterradas en Cromañón miles de palabras que no se pudieron decir. Pero las voces viven de alguna manera en los sobrevivientes, ellos saben de qué se trata ser un pibe que se salvó: no les cuenten Cromañón, ellos lo vivieron.
Me pregunto ¿Qué piensa un joven desde esa noche? “Es imposible no cambiar después de eso”, dice Agustina, “Cromañón cambió todo. Desde la escena del rock local, hasta nuestra vida como personas individuales. Entonces en eso, también entra Pato, Callejeros, y nosotros como parte de un todo que fue golpeado mucho, y muchas veces”.
Pienso que debe ser verdaderamente muy fuerte lo que los une. Comparten un sentimiento que tiene los mismos intereses, límites, el amor y la angustia. Dicen que cada ser reacciona diferente ante episodios traumáticos. Seguro que hay callejeros que nunca más quisieron hablar del tema. Probablemente haya otros que dan su lucha individualmente. Pero Agustina Claramut encuentra en NNCC  su forma de “exorcizar los demonios que dejó Cromañón, principalmente la culpa de haber salido viva. Es mi forma de militar por un país mejor. Es lo que siento que tengo que hacer ahora. Estuve allí cuando estaba triste, cuando estaba feliz, embarazada y ahora con mi bebé. Y probablemente voy a estar siempre, porque NNCC es nuestra forma de seguir intentado cambiar las cosas, y eso no se acaba con los chicos libres”
El debate sobre la culpabilidad de la banda nunca fue fundado en los verdaderos hechos. Estuvo siempre plagado de atropellos, de despotismos que indignan a los que vivieron la tragedia adentro de Cromañón. En abril de 2011, en un nuevo capítulo, esta vez Callejeros fue condenado. “Los chicos están presos porque la cámara N°2 De Casación los declaró culpables sin presentar ninguna prueba nueva, y sin escuchar a los testigos.  Además de eso, están presos inconstitucionalmente porque el Pacto de San José de Costa Rica (el cual Argentina firmó, y se adhiere) prevé dos sentencias condenatorias, antes de ir a la cárcel. Callejeros tiene una sola”, dice Claramut. “También hay que saber que hay funcionarios públicos que ni siquiera fueron cuestionados, como la persona que firmó la habilitación del local. También es una injusticia la cantidad de años. El cantante de la banda tiene la misma cantidad de años que el comisario que cobró la coima para que el boliche esté abierto, y los funcionarios públicos que conocían el erróneo funcionamiento del lugar, tienen apenas  tres años. Es una locura, licuaron penas, metieron a todos adentro para tranquilizar los ánimos y para que se olviden de Cromañón.
La parte que más me moviliza es la condena y la estigmatización social que sufrieron, tanto los músicos como nosotros los sobrevivientes. Se nos hizo a un lado”
Agustina cree en la justicia.  “Sino no estaría luchando. En lo que no creo es en los hombres que la imparten, porque son humanos y por lo tanto corruptibles. Pero siempre es cuestión de esperar y no bajar los brazos”. Personalmente no tengo en claro qué es, ni si existe de verdad, más bien: creo que es un ideal. A veces hablamos de lo justo como si fuera un Semi-Dios que tiene que venir volando desde el Olimpo para resolver una situación. Tenemos que pensar que a la justicia la moldeamos nosotros cuando pensamos en el otro. De eso se trata: dejar de mirarse a uno mismo y aceptar las posibles culpas sin importar lo que se pierda.
Los medios de comunicación se olvidaron de que Patricio Santos es un sobreviviente más. Él perdió amigos, a su novia, vio a su madre luchar por su vida.   En ese sentido él y Agustina son compañeros de lucha. Son dos sobrevivientes que transitan por momentos distintos, pero que están marcados por el mismo suceso. Me duele lo que le pasa, sobre todo porque lo siento un par. Es un pibe que salvó su vida de milagro, y que ayudó a otros a salvarse, igual que nosotros”.

Pensamientos hechos letras. Eso fue, es y será la música para los fanáticos. No nos cuenten Cromañón funciona de la misma manera, es un grupo que canaliza visiones del mundo. Callejeros les dio letra para poder entender sus propios sentimientos sociales y políticos. “Es muy difícil elegir mi frase preferida pero creo que  la que tengo tatuada: Me niego esta noche a Olvidar. Aunque si tuviera que quedarme con una sola  sería: el éxito será eterno, será eterna la flor, el ser humano y la Verdad. La verdad. Patricio Santos dijo la verdad de los jóvenes. Y ahora ellos se la piden a los jueces para que se haga justicia y los músicos tengan libertad. “Lo que me moviliza es pedir que Cromañón no pase NUNCA MÁS”

viernes, 4 de octubre de 2013

La música no mata

Hijos de una época de corrupción. Hijos de la injusticia, que crecieron en democracia junto a un Estado que mira para el otro lado, que los abandona. Y los adopta el rock, que los escucha, los convoca, los moviliza, los protege, los defiende. Se juntan en cada recital a unir sus voces en la de Patricio Santos, quien los insta “a pensar, a reaccionar, a relajar, a despotricar, a decir estupideces”.
Es 30 de diciembre de 2004. Tres mil personas se preparan para asistir a un concierto. Van a celebrar el final de un año, “a olvidarme de olvidar, a recordar lo que vendrá, a arriesgar una y mil veces a molestar, a ladrarte, a ser el preso. De la celda estéreo de tu alma, rincón eterno de las palabras”.
Estaba anocheciendo y Cromañón ya tenía sus puertas abiertas. Dentro del local, estaba sonando Ojos Locos, la banda telonera. Era una oportunidad única para ellos que estaban acostumbrados a presentarse en lugares mucho más pequeños. Tocaron cerca de quince temas. Había 300 personas, entre ellas algunos de sus amigos, seguidores que prendía bengalas y unos tantos fans de Callejeros que ya habían entrado. Pero la mayoría de la gente estaba afuera.
La presentación de la banda telonera ya había terminado, era de noche y afuera hacía más de 34 grados de temperatura. De forma fluida, empezó a acceder al boliche la gente de Callejeros. Con música de fondo se fue llenando el lugar y hasta las escaleras quedaron repletas de gente. Algunas canciones despertaban la energía del público, entre ellas “JIJIJI” de los Redondos. Entonces algunos jóvenes, para festejar el momento, encendieron las bengalas y candelas que habían llevado.
Ya casi estaba por salir Callejeros al escenario, cuando se escucha por altoparlante “rescátense un poco porque se prende fuego el lugar, ¿entendieron? ¿Les quedó claro a todos? ¿Sí, se van a rescatar, se van a poner las pilas? Bueno, rescátense, tenemos que hacer el show, loco”. Gritos, euforia, silbidos. Todos quieren que empiece la fiesta, que suba el Pato y suene el rock. “¡Buenas noches Cromañón! ¡Bienvenidos a la última velada del año! Gracias a este hermoso, distinguido público, esta fiesta es posible. Damos comienzo al show. Con ustedes y para ustedes… ¡Callejeros!”
Patricio Santos ya estaba en escena. Estaba todo listo para comenzar el recital, pero antes, toma el micrófono “¿se van a portar bien?, ¿Estamos en condiciones de comenzar mi estimado Baterola? […] ¡Vamos!”. Suena el primer corte del disco “Rocanroles sin destino” y todo es alegría. Cada alma que se encontraba concentrada en Cromañón, había concurrido para participar del ritual que ya había comenzado. “A ser idiota por naturaleza y caer siempre ante la vaga certeza de que en esta tierra todo se paga”.
En el 2004 Callejeros había crecido de una manera inesperada. Una banda de pibes de Villa Celina nacida en los años ‘90, era la revelación del año y rosaba la masividad. Entre junio y julio ya habían llenado dos veces el templo del rock, el estadio Obras Sanitarias. Desde ese momento se supo que el grupo podría llegar muy lejos.
“A consumirme, a incendiarme, a reír sin preocuparme, hoy vine hasta acá”. El 30 de diciembre era el último de una serie de tres recitales que Callejeros tenía programados. No paraban de vender entradas. Se estima que esa noche había casi 4000 personas en el lugar, mientras que su capacidad era para la mitad. “A tapar mi ingenuidad con un poco más que sal, me quiero quedar. A tocar, a manosear, a querer más que un nada más, a desnudarte una vida de veces”.
A pesar del pedido explícito por parte de los responsables del boliche, se enciende otra bengala. El público, que vestía con bermudas de jean, calzas, shorts, zapatillas y remeras con estampas de bandas, seguía saltando, cantado y festejando la mística de la exitosa banda dentro de Cromañón. Hay luces, ruidos, olor a pólvora. “A hablar mal del que dirán, a ver temblar la seguridad, a ser distinto a lo que se pareceA terminar con el cuento más oscuro, a derribar los muros de mi mente a ser un poco menos consciente”. El saxofonista de la banda nota una brasa en un telón del extremo del escenario y deja de tocar. Señala el techo.
Los pibes de Callejeros no paraban de agitar los trapos y banderas decorados con motivos de  grandes íconos musicales y grandes inscripciones con letras de canciones de la banda. A fantasear, afilarme bien los dientes”. Patricio ya no canta y todos comienzan a entender lo que sucede. Se corta la luz del boliche. En medio de la multitud, en la oscuridad, rodeados de humo, todos intentan escapar. Una pequeña luz señalaba la ubicación de una salida emergencia, pero la misma estaba cerrada con un candado por el lado de afuera.
Pasada la medianoche, Crónica Tv es el primer medio en ocuparse de transmitir imágenes en directo de la tragedia no-natural más grande de la historia de Argentina. 194 personas fallecidas y centenares de heridos.
Patricio Santos, como algunos de los sobrevivientes que pudieron salir del boliche, desesperado, entraba nuevamente a Cromañón para rescatar gente. Los que estaban afuera buscaban reencontrarse con sus amigos. Dos jóvenes se abrazan. “¡Alfredo está vivo, carajo!”. Ambulancias, medios de comunicación, familiares recién llegados buscando a sus hijos. Todo el panorama es desolador.

Ahora trato de buscar la diferencia, lo que no se dijo, lo que la  justicia no se preguntó, porque estaba ocupada buscando culpables, para no involucrarse. ¿Cuántos sueños se perdieron entre el humo? Esa noche quedaron enterradas en Cromañón miles de palabras que no se pudieron decir. Las primeras de todas ellas son las que componen la canción que los Callejeros nunca pudieron terminar de cantar acabar con mis pensamientos decentes, asesinar a las verdades que mienten. Verdades: toda esa gente buscaba verdades. Y Callejeros se las daba hechas canción.


Patricio

Son las 2 am,  y una pregunta en mi cabeza no deja de dar vueltas. ¿Quién sos Patricio Santos?
Medios, personas e instituciones han intentado conocerlo. Pero han tratado de hacerlo, sin tener elementos que hablen de él. Por eso, me decido a realizar una búsqueda diferente. Las páginas de Facebook dedicadas a Fontanet y a la tragedia de Cromañón, parecen estar manejadas por una misma persona. Por una misma esencia, una misma razón. Al verlas, parecería que el tiempo se congeló aquel 30 de diciembre de 2004. Y todo lo que vino después, es una consecuencia lineal de aquel suceso. De ahí en más, Patricio Santos Fontanet se convertiría en carnada para la prensa, en un Dios para los sobrevivientes y en la mismísima cara del mal para algunos padres de los callejeros que perdieron su vida en el incendio. Una de las páginas, reza en su imagen de portada “mientras un grupo de ángeles ofrecían su amor, su solidaridad y su vida para salvar a sus hermanos, el diablo estaba buscando culpables, para no involucrarse”.
A pesar de la lucha contra el tiempo, que encabezan los chicos que se manifiestan a favor del Pato por Facebook, este pasa y deja huella. Las imágenes de reclamos, siempre en negro y amarillo, con el símbolo de las Topper rotas de los amigos que perdieron, son los símbolos que eligieron para no olvidar la tragedia. En los grupos de la red social, parecería que nadie pudo superar el momento. Tampoco están dispuestos a continuar sus vidas con normalidad, sin antes encontrar una solución a tanta Injusticia. Patricio preso, ellos afuera, esperando que en algún momento la paz vuelva, la música suene y el luto se transforme en el motor que necesitan para seguir. El olvido no existe, pero deben recobrar las ganas que perdieron entre tanto humo, entre tantas almas desesperadas. “Somos un grupo de sobrevivientes de la masacre de Cromañón, consideramos necesario que lo ocurrido aquel 30 de diciembre de 2004, se mantenga en la memoria colectiva constantemente. Es por esto que convocamos a las movilizaciones, organizadas por nosotros y delegaciones de cultura de la municipalidad de Lomas”
Cada vez que me acuerdo de Fontanet, detrás de su imagen aparece una figura bien marcada: es la Justicia. Ella, que aparece tan desfigurada a lo largo de la corta y fuerte vida de Callejeros. Cientos de músicos han declarado ante la prensa en defensa del joven cantante, diciendo que Cromañón era una bomba que se pasaban de mano en mano todos los músicos de este país: como le tocó a Patricio le podía pasar a cualquiera.  Si alguien hubiera dicho que él iba a ser el desafortunado, yo no le hubiera creído. “No descansaremos hasta que Pato, Dios, Maxi, Edu, Elio, Juancho y Diego, recorran el camino de la libertad. Porque es lo justo. Porque es lo que debe ser”
Una banda en pleno apogeo, con mucho empuje, que creció como está bien visto: “desde abajo”, pero que nunca llegó a la cima del éxito. Los multitudinarios recitales, la gran cantidad de seguidores, la prensa que los volvió mediáticos: lo más grande fue después de Cromañón. Mientras otros músicos podrían calificar esos sucesos como el mejor momento que les tocó vivir, Callejeros no puede, porque está marcado por el dolor. “Por medio de un mensaje concreto, informamos a toda la sociedad sobre lo ocurrido aquel fatídico día y durante estos 8 años y 6 meses de lucha interrumpida. Nuestras vidas se han modificado totalmente desde aquel momento, y nosotros, que podemos decir que salimos, que sobrevivimos a semejante negligencia de un poder político, no bajamos los brazos nunca, seguimos luchando contra esta bestia que día a día se hace más grande, pero que tiene algo a lo que nunca le podría ganar: la verdad y  el amor por la misma. Nuestro movimiento consta de eso, del amor por la verdad y la justicia real, no por una que ni siquiera nos asegura que Cromañón no vuelva a ocurrir. Ese es nuestro objetivo, llegar a todos, a una sociedad mal educada, que se olvida demasiado rápido de los desgraciados, convirtiéndolos en el “mercado de la depresión que deambula por las calles pidiendo Justicia”
En las redes sociales no figura otro tema que no sea ese: Justicia, pero real. Los seguidores de la banda necesitan lograr respirar profundo y pensar que el sistema funciona. Pero ellos saben que no es así. Por eso escuchaban y seguían a Callejeros en el 2004, porque con la música como intermediaria, denunciaban lo contrario: la falta de justicia, la soledad, la pobreza.  Patricio era su forma de mediar los grises de la vida. Hasta que él no vuelva a tocar en libertad, ellos no podrán entender solos esto que les tocó vivir. Porque sus vidas están marcadas a fuego por lo mismo que la de Santos Fontanet. Hasta podría pensar que tratan de expresarse y de entender este difícil contexto que les toca vivir a través de sus páginas de Facebook dedicadas a Callejeros. Pero estas parecen tener la vida en pausa. Y créanme: los callejeros tienen mucha vida para dar.


“Dejemos de ser espectadores, Cromañón nos pasó a todos”. ¿Qué pensás Patricio? ¿Por qué aún después de 9 años, el fuego sigue quemando?

Ciclos

Todos los caminos conducen a Roma. En la época de la conquista romana, éstos construyeron un eficiente sistema de vías que agilizaron el comercio. Cual sea el camino que tomaran, al final siempre llegaban a Roma, de allí la expresión. Hablar de Roma es hablar de un lugar lejano. Sería bueno pensar en dónde está la Roma de cada uno, el eje geográfico que elige el alma.
Nací en la calle Cullen, en el barrio de Villa Urquiza. Allí también viven desde hace veinte años mis abuelos maternos. Esa calle me recuerda largas tardes y mediodías de domingo después de comer los fideos de la abuela. Me recuerda cuando salía a la calle a andar en bicicleta con algunos vecinitos. Cullen en mi vida es poesía, es el recuerdo de la infancia en el barrio. Son imágenes desgastadas en el tiempo pero llenas de sonrisas.
Sobre Cullen había un gran árbol que caía sobre la ventana del departamento de mis abuelos. Mi abuela siempre decía que por eso siempre aparecían cucarachas en el living. Aunque la idea de esos feos insectos no me gustaba en lo más mínimo, estaba segura de que ese árbol tenía algo especial: ¿Sería el gran agujero de su corteza? A veces parecía ser el árbol de Pocahontas. También era el lugar perfecto para jugar a las escondidas.
No solo por eso era especial sino también por su grandeza. Siempre que pasaba por allí me quedaba un instante mirando sus enormes hojas, que entre una y otra dejaban entrever algún cálido rayito de sol. Puedo verme de pequeña paseando en mi bicicleta color lila de una punta a otra de Cullen. Llegar sin compañía en bici a la esquina de Triunvirato ya me daba miedo, eso implicaba estar lejos: el árbol estaba llegando a la otra esquina, la de Colodrero.
Bajo la sombra de ese árbol, el mío, me sentía segura. ¡Qué bueno hubiera sido construir una casita allí arriba! Pero pensándolo bien, en verdad tenía una: La casa de mis abuelos era mi casita del árbol, me encantaba estar allí.
Cuando comencé a volver de la escuela sola, sé que me dejaban hacerlo porque sólo tenía que caminar una cuadra, aunque era larga, por la calle que conocía perfectamente desde Colodrero hasta Triunvirato, desde el puesto de diarios hasta el quiosco.
Un día de enero, años más tarde, mis abuelos me contaron que las raíces del árbol de Cullen estaban levantando el piso de su living y que el gobierno de la Ciudad había decidido talarlo. Cullen seguía en pie aunque más gris, más espaciosa, con un gran ausente. 
Mientras tanto yo seguía pasando por allí, casi caprichosamente, sin un por qué, sin árbol. En 2009 mi abuelo tachó la segunda de las cláusulas del famoso dicho sobre lo que debe hacer un hombre para tener una vida feliz: Tener un hijo, plantar un árbol, escribir un libro. Ahora solo le queda ponerse a escribir. Las vueltas de la vida han devuelto a esa hermosa calle su árbol.
Pasaron muchos años, muchas situaciones de mi vida, me mudé varias veces. Hoy Cullen está muy cambiada. El ciclo de la ciudad transformó las casas en enormes edificios y los niños ya no juegan en la vereda. No disfrutan de sus árboles. Siempre que tengo que elegir un camino elijo pasar por Cullen. A veces por hacerlo me desvío, pero eso no me importa. Cuando vuelvo de la facultad, cuando voy al trabajo, para ir a hacer compras, cuando voy a visitar amigos: hacia allá voy inconscientemente, porque de allí soy.
Comprendí que la casa de mis abuelos siempre va a tener encanto, porque los que son especiales son ellos y cualquier cosa que a ellos se refiera, podría haber sido otra calle, podría haber sido otro árbol. Pienso que el ciclo de la vida va a hacer que en algún momento otra vez los niños puedan volver a  disfrutar de jugar en la vereda de la casa de sus abuelos con sus bicicletas  bajo la sombra de sus árboles. Por las dudas, mi abuelo ya plantó dos.
"Todos los caminos conducen a Roma", la ciudad eterna. Roma, más que un punto geográfico era un Imperio, por eso todos llegaban a allí. Dios -el universo, la historia, como quieran llamarlo-, decidió que fuera Roma y no otra Ciudad.


Ahora entiendo qué quiere decir: Siempre hallarás tu camino. Y ese camino es parte de un ciclo. El árbol cumplió el suyo, el mío recién empieza, el del mundo ¡vaya uno a saber! Todos los caminos conducen a Cullen.


Las dos iglesias

Avellaneda siempre estuvo lejos. Pero para llegar a Avellaneda, había que pasar por una autopista grande y ancha, que después terminaba en donde ahora están las ventanas del noticiero de canal trece. Si miraba por la ventanilla derecha, en el punto más alto de la subida de la 25 de  Mayo, allí estaban siempre “las dos iglesias” majestuosas e imperiales.
Pero la fascinación por aquel edificio empezaba y terminaba en el momento que lo vislumbraba desde el auto de mis papás. El interés residía en llegar a Avellaneda, a la casa de mi prima para poder jugar. Todo lo demás quedaba relegado al paisaje, al camino, al viaje.
Muchos han sido los lugares que como “las dos Iglesias”, me han llamado la atención a lo largo de mi vida, por su inmensidad, por su estructura antigua o por su belleza. Pero los lugares no son más que paisaje si no hasta que las vueltas de la vida llevan a encontrarse con estos nuevamente y cobran así una doble significación: por un lado son los recuerdos de tiempos pasados y por otro lado son el ahora. Es el instante preciso del hoy articulado con la memoria.

En el año 2011 comencé la etapa universitaria en Constitución, lugar donde se había instalado la sede nueva de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Para llegar, recorría un largo camino en subte desde la estación Congreso de Tucumán del Subte D hasta la estación Independencia del Subte C. Independencia: allí estaba la clave. Junto con el comienzo de esta nueva etapa en la Universidad, mis días cobraban una independencia que nunca antes había sido tan necesaria para poder lograr los objetivos. Constitución quedaba lejos y no podría llegar de otra forma que no sea viajando sola durante más de una hora, y el viaje no era para nada sencillo ni libre de peligros. En la Estación Independencia, los medios de comunicación me habían contado durante años que allí esperaban los más terribles crímenes  de toda la ciudad de Buenos Aires debido a la inseguridad y la pobreza. “Tiroteo y muerte en Constitución”; “Constitución: asalto violento”;” Secuestro de droga en Constitución”.

Al bajar del subte, atravesé la 9 de Julio por los túneles subterráneos, caminando con un montón de estudiantes que se dirigían a las distintas universidades que hay en la zona. Ya estaba en la calle Lima cuando subí la mirada y ví que estaban allí: las dos iglesias, signo de lo que para mí era “estar muy lejos de casa y solo estar ahí por necesidad de llegar a otro lado”.

            Pero yo no tenía que llegar a ningún otro lado. Lo que buscaba estaba allí, en esa Constitución tan lejana, en el Barrio donde estaban las dos Iglesias.

En este Barrio aprendí sobre teorías y sobre valores, aprendí que “las dos iglesias” en verdad eran un edificio  de estructura neogótica llamado  Iglesia del Inmaculado Corazón de María. Ubicada el extremo norte de la Plaza Constitución, inaugurado en 1923, se caracterizaba por poseer dos torres altísimas coronadas por dos cruces de hierro.

Viajar fue la Constitución de mi independencia mediante la decisión de ir a estudiar al lugar lejano, para encontrar allí lo que estaba buscando: lo que me interesaba, lo que me apasionaba, la carrera universitaria que quería seguir, a través de la cuál quería constituirme como persona y como profesional. Conocí la ciudad, conocí gente, conocí Constitución y la historia real de las dos iglesias.
            Así volví a encontrarme con aquello que en el camino había sido quizás una señal. No importa lo que  digan que en verdad las dos iglesias son, porque en todo esto ya hay una parte de mi historia y de mi presente, que la decido yo. Como también decido llamarlas dos iglesias. Como decido venir porque no me importa qué tanto se pueda decir de Constitución, porque voy a seguir viniendo igual: acá está lo que me enseña a formarme en lo que siempre quise ser: acá esta mi Constitución.



Siete días

En 2001 en el país había estallado una protesta social sin precedentes, los argentinos se despertaban sin saber cuál iba a ser la noticia del día, pero sabían que iba a haber una cada día, y que esta sería muy importante.
El jueves 20 de diciembre de 2001 el presidente Fernando de la Rúa renunció a su cargo luego de que se conozca la cifra oficial que anunciaba que ya eran 25 las muertes causadas durante los saqueos y los disturbios en distintos puntos del país. Luego de su renuncia, cinco presidentes distintos tomaron el mando en tan solo diez días.
El primer presidente de esos diez días fue el misionero Ramón Puerta, titular del senado, quien tuvo que asumir luego de la renuncia del vicepresidente Chacho Álvarez. El sábado 22 de diciembre comenzó a sesionar una asamblea legislativa convocada por el presidente interino. La asamblea duró doce horas y  con la mañana del 23 de diciembre llegaron tres novedades. La primera, la asamblea eligió con 169 votos a favor y 138 en contra, a Adolfo Rodríguez Saá, hasta entonces gobernador de San Luis. La segunda establecía que las elecciones serían el 3 de marzo y por último que estas se llevarían acabo bajo la Ley de Lemas.
Por la tarde, Puerta le entregó el mando a Rodríguez Saá quien tomó juramento ante un grupo de funcionarios. Anunció como primera medida la suspensión del pago de la deuda externa. En la misma asamblea, propuso rendir un homenaje a las víctimas de la represión.  En su primer mensaje al país, Rodríguez Saá  presentó un plan que incluía  la forestación de una zona para dar empleo directo a un millón de argentinos, un plan de vivienda que le daría trabajo a otras 500 mil personas, y hasta la construcción de zanjas que llevarían agua de las zonas inundadas de Santa Fe a las que sufrían sequías en Córdoba. También comunicó la suspensión en los pagos de la deuda pública externa que había propuesto en la Asamblea y anunció que no devaluaría el peso ni dolarizaría por completo la economía.
El 24 de diciembre el presidente recibió a Madres de Plaza de Mayo, que por primera vez se entrevistaron con un presidente en la Casa Rosada. EL mandatario se comprometió a liberar a los detenidos durante los actos de represión de la semana anterior. El gobierno anunció la creación de una tercera moneda, el "argentino", que circularía en forma paralela al peso y al dólar. Después de mantener una reunión con su gabinete, Rodríguez Saá partió a San Luis a pasar la navidad, con su familia.
El Martes 25 se entregaron 20.000 planes de empleo. El  presidente también se entrevistó  ese día con los líderes de piqueteros D’Elia y Alderete. Ese día el sector del PJ liderado por Rodríguez Saá hizo pública su intención de permanecer en el gobierno hasta el 2003.
El miércoles 26 de diciembre Rodríguez Saá visita la CGT donde aseguró que el "argentino" tendría como garantía las propiedades a nombre del Estado, incluyendo la sede del Congreso y la Casa Rosada.
 El presidente anunció la ley de derogación laboral, la devolución del 13 porciento que había sido descontado a los jubilados y anunció topes para los jubilados con ingresos altos y nombró como asesor presidencial a Carlos Grosso.

Rodolfo Frigeri quien era en ese entonces el secretario de hacienda dijo a la población que no serían tocados los depósitos bancarios. Mientras Rodríguez Saá seguía con la firma de convenios con los gobernadores para la entrega de planes laborales, asumieron David Expósito al frente del Banco Nación y Roberto Giacomino como jefe de la policía federal.
El jueves 27 comenzaron  a escucharse reclamos de distintos sectores del PJ ante las declaraciones de la facción del PJ de Rodríguez Saá de quedarse en el gobierno hasta completar al mandato que le correspondía a De la Rúa.
En la mañana del viernes 28 de diciembre Rodríguez Saá le pide la renuncia al titular del Banco Nación, luego de sus declaraciones que proponían la impresión de 15.000 millones de argentinos, la tercera moneda que se había planteado poner en circulación desde el partido justicialista. Llegando la medianoche, un nuevo cacerolazo se inicia en varios lugares de la Capital Federal, también miles de personas comienzan a marchar hacia el Congreso y hacia la Plaza de Mayo. Durante la manifestación renuncia Grosso. Esta vez, la policía no tuvo orden de reprimir, y dejó incluso que a la madrugada del día siguiente  la gente entrara al Congreso, quemara muebles y causara destrozos. Muchos civiles y oficiales fueron agredidos, lo que generó malestar en las fuerzas hacia el nuevo gobierno. Nuevamente hubo detenidos.
El gabinete del nuevo presidente había tenido que armarse con lo que había a mano, una mezcla de funcionarios de San Luis allegados al presidente y algunos miembros del partido justicialista, pero ese mismo día luego de los incidentes, todo el gabinete puso a su disposición la renuncia. El presidente convocó en Chapadmalal a los gobernadores del PJ para el domingo 30 de diciembre.
Duras críticas se seguían gestando en contra del argentino, por lo que empezó a pensarse la emisión de más bonos Lecop.
El domingo 30 de diciembre fracasó el encuentro de gobernadores del PJ debido a que solo se presentaron seis de los catorce gobernadores justicialistas. Un nuevo cacerolazo con corte de ruta comenzó en las afueras de la residencia presidencial de verano y se escucharon los primeros rumores de la renuncia del recién proclamado presidente Rodríguez Saá.

Sobre las últimas horas de la tarde, habiendo fracasado la reunión con los gobernadores del Partido Justicialista, el presidente partió a San Luis. Junto a su círculo íntimo, minutos pasados de las 23 horas, anunció su renuncia por televisión y responsabilizó de ello al quite de apoyo político de la mayoría de los gobernantes del PJ. Muchos de los ausentes ya tenían en vistas lo que querían para el país: que Eduardo Duhalde asumiera la presidencia hasta el 2003 y que se devalúe el peso argentino. Atrás quedaron los siete días de gobierno del puntano y por delante un país que rearmar.

“¡Que se vayan todos!”: A 12 años de la crisis del 2001

  Aquello que había prometido ser la esperanza para la Nación Argentina, el gobierno de la comúnmente llamada  “Alianza” entre el FREPASO y la UCR, terminó con la figura central del partido, el ex-presidente Fernando de la Rúa, escapándose de casa rosada en helicóptero. Sumado a miles de ahorristas golpeando las puertas de los bancos reclamando sus ahorros y con los índices de desocupación más altos del 2001, fue la crisis económica más grande de Argentina y hoy todavía pueden detectarse marcas en la sociedad que dejan ver la profunda depresión en la que cayó el país y junto con él, su pueblo.
El día 10 de diciembre de 1999, asumió Fernando de la Rúa a la presidencia de la nación con el 48.37% de los votos, por el partido conformado por la Alianza entre la Unión Cívica Radical (UCR) y el FREPASO (Frente país solidario) y Carlos “Chacho” Álvarez como vicepresidente.
Tras la victoria obtenida, no tardó demasiado en aparecer el primer índice que puso en jaque al éxito de la Alianza: en mayo del año siguiente, las tasas de desempleo comenzaron a subir y pronto llegaron al máximo nivel en tres años: el 15,4%. Este índice no pararía de aumentar hasta llegar a más del 20% en diciembre de 2001. También aparecerían una serie de factores que durante los dos años de gestión de De la Rúa, fueron debilitando a la vida política, económica y social argentina. Uno de esos problemas llegó en octubre de 2001 cuando comenzaron a hacerse oír denuncias por sobornos a legisladores. Tras este episodio, el vicepresidente de la Alianza, Chacho Álvarez decide renunciar el día 6 de ese mismo mes.
El Licenciado en Ciencias Políticas, Santiago Parodi, opinó que “de la esperanza de cambio mostrado en la avalancha de marketing aliancista se pasó al aumento de la desocupación, al elevado costo de vida y la profundización de políticas neoliberales en la economía Argentina. Por otro lado, durante el Gobierno de De La Rúa se potenciaron las presiones internas y externas.  Del aval interno se pasó a la fractura, con la renuncia de Chacho Álvarez y la fuga de varios integrantes del FREPASO. En el frente externo los organismos de crédito internacionales se mostraban cada vez más rapaces y ejercieron durante los dos años de gobierno aliancista una presión desmedida y asfixiante para finalmente hundirlo en un deudor sublime ante los diversos préstamos pedidos por la Argentina.”
 El día 2 de marzo de 2001, renunció del ministro de economía Machinea. Durante 18 días, Ricardo López Murphy asumió el cargo de ministro e insistió en el mantenimiento de la convertibilidad un peso a un dólar, profundizando así, aún más, el marco de políticas neoliberales que se llevaban a cabo en el país desde 1976. Tras la renuncia de Lopez Murphy, De la Rúa nombró a Domingo Cavallo como ministro de Economía, autor del programa de paridad entre el peso argentino y el dólar durante el gobierno de Menem. Al día siguiente, el ministro presentó su plan de reactivación económica, que incluía un impuesto a las transacciones financieras. Para facilitar sus tareas, el gobierno consiguió que el Congreso otorgue los denominados súper-poderes a Cavallo.
             E1 de diciembre de 2001, el gobierno anunció un plan por 90 días para frenar la caída de depósitos que incluía un límite semanal de 250 dólares en retiros bancarios, denominado “corralito”. La sumatoria de hechos y sucesos que transcurrieron durante los dos años de Gobierno de la Alianza  hicieron que una conjunción de gente de distintas clases sociales, saliera a quejarse a la calle espontáneamente.
El día 3 de diciembre se dio a conocer que Estados Unidos respaldaba las nuevas medidas económicas impuestas por el gobierno y al día siguiente el gobernador de Santa Fe, el gobernador de La Pampa y el gobernador del Chaco, también salieron a respaldar las nuevas medidas económicas.             
El Fondo Monetario Internacional, el día 5 de diciembre de 2001, rechazó conceder a Argentina los 1.264 millones de dólares previsto para diciembre porque el país no cumplía con las metas establecidas con la institución. Cavallo viajó a Washington para conseguir el acuerdo pero volvió sin lograrlo.
El día Jueves 13 de diciembre comenzó una nueva ola de protestas ciudadanas y de saqueos a supermercados en busca de alimentos en todo el país, realizados por grupos de ciudadanos empobrecidos en la ciudad de Rosario. También se realizó una huelga general en Argentina contra las restricciones bancarias. 
            El 14 de diciembre, en medio de los saqueos a supermercados, renuncia "por motivos personales" el vice-ministro de Economía, Daniel Marx. Argentina cancela 700 millones de dólares en obligaciones y evita la suspensión de pagos. El FMI exige al Gobierno un presupuesto 2002 "creíble".
La oleada de saqueos continuó por varios días, en distintos puntos del país. Hubo enfrentamientos violentos en la Capital, San Isidro, Munro, El Palomar, Ciudadela, Ramos Mejía, Morón, Moreno, Lanús y La Tablada. También en Santa Fe y Entre Ríos, San Juan, Santiago del Estero y Mendoza. Un testimonio de una señora, durante un saqueo en un supermercado de Capital Federal, decía eufóricamente ante las cámaras de televisión "¡no va más, esto no va más, la gente tiene hambre!”. Eso era lo que sentía la población argentina: un gobierno que no tenía retorno y una economía colapsada.
A pesar del estado de sitio que había sido anunciado por el presidente por Cadena Nacional, hubo protestas en distintos puntos del país la noche del 19 de diciembre de 2001. La gente asistía a plaza de Mayo con sus hijos, para reclamar “igualdad, que pare la corrupción, por la impunidad que hay en este país, con gente decente Argentina se va para arriba”, comentó Francisco Buscaglia, un vecino de San Telmo que participó del cacerolazo.
 Durante el transcurso de la noche renunció Cavallo: esta fue la primera de una seguidilla de renuncias que antecedieron a la del ex presidente De la Rúa. Los escritorios de los despachos de los funcionarios se llenaron de cajas de cartón como símbolo del éxodo. "Ellos estaban huérfanos en cierta manera", reflexiona Litre, periodista acreditada en Casa Rosada aquella noche.

El día 21 de diciembre y luego de 740 días en el poder, en medio de un caos social, después de la muerte de 38 personas y  centenares de heridos en todo el país por las represiones durante las protestas, el presidente Fernando de la Rúa renuncia a su cargo y abandona la casa rosada en helicóptero. Todavía le esperaba un diciembre duro al país. Luego de que asumieran la presidencia cinco políticos diferentes, a los argentinos les quedó la sensación de que nadie quería ser presidente, nadie quería asumir esa responsabilidad. La presión social continuó, los movimientos piqueteros se fueron agrandando y tuvieron lugar marchas y enfrentamientos entre estos y la policía. El 26 de julio de 2002, la “mano dura” asesinó a dos jóvenes piqueteros: Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. La indignación popular,  llevó al presidente Duhalde a adelantar las elecciones presidenciales para abril del 2003.